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miércoles, 29 de agosto de 2007

Meditación Vipassana II



(Continua...)

Este es uno de los grandes logros de la meditación. Has recorrido la mitad del camino y esa es la parte más dura. Ahora sabes el secreto y el mismo secreto debe ser aplicado a diferentes objetos. De los pensamientos debes moverte a experiencias más sutiles: emociones, sentimientos, estados de ánimo; de la mente al corazón, con la misma condición: sin juzgar, sólo observando. Y la sorpresa será que la mayoría de las emociones, sentimientos y estados de ánimo te poseen...


Cuando estás triste, estás poseído por la tristeza. Cuando estás enfadado, no es algo parcial. Te llenas de furia; cada fibra de tu ser está palpitando con furia.

Mirando el corazón, la experiencia será que ahora nada te posee. La tristeza viene y se va, tú no te pones triste. La felicidad viene y se va, tú no te vuelves feliz tampoco. Todo aquello que se mueve en las profundas capas de tu corazón no te afecta a ti para nada. Por primera vez empiezas a probar algo de lo que es ser un Maestro. Ya no eres más un esclavo al cual se puede empujar y tirar de aquí y de allá, al que cualquier emoción y cualquier sentimiento, al que cualquiera puede molestar por cualquier trivialidad.


Cuando te conviertes en un observador del tercer paso, te convertirás por primera vez en un Maestro: nada te molesta, nada se apodera de ti; todo quedará lejos, muy abajo, y tú estarás en la cúspide de la montaña.

Estos son los tres pasos del vipasana. Estos tres pasos te llevan a la puerta del templo, que está abierta.

Cuando te has convertido en un perfecto observador de tu cuerpo, de tu mente y de tu corazón, entonces ya no puedes hacer nada más; entonces debes esperar.

Cuando la perfección es completa en estos tres pasos, el cuarto paso sucede por sí solo como recompensa. Es un salto cuántico del corazón al ser, al centro mismo de tu existencia. Tú no puedes hacerlo; sucede. Has de acordarte de esto.

No intentes darlo, porque si intentas dar este paso, ten por seguro que fracasarás. Es un suceso. Tú preparas tres pasos, el cuarto paso es una recompensa de la existencia misma; es un salto cuántico. De repente, tu fuerza vital, tu observación, entra en el centro mismo de tu ser. Has llegado a casa.

Puedes llamarlo Autorrealización, puedes llamarlo Iluminación, puedes llamarlo Ultima Liberación, pero no hay nada más allá de esto. Has llegado al final de la búsqueda; y has encontrado la verdad misma de la Existencia y el gran éxtasis que trae como sombra alrededor de sí.

Meditación no es trabajo.

Meditación es puro éxtasis.


A medida que vas más hacia adentro, te encuentras con espacios más y más hermosos, puntos más y más luminosos. Son tu tesoro. Silencios más y más profundos que no son solamente la ausencia del ruido, sino la presencia de una canción sin sonido: musical, viva y danzarina.

Cuando llegas al último punto de tu ser, al centro del ciclón, has encontrado a Dios; no como una persona, sino como luz, como conciencia, como verdad, como belleza, como todo lo que el hombre ha estado soñando durante siglos. Y estos tesoros soñados están escondidos en su interior.

No es una práctica problemática, tortuosa, ascética; es muy agradable, musical, poética y se convierte más y más, en una pura alegría. No es trabajo, es oración, la única oración que conozco.

Para mí, oración significa que has alcanzado tu ser, que sientes una tremenda gratitud hacia la existencia. Esa gratitud es la única y auténtica oración; todas las demás oraciones son ficticias, falsas, pseudo, fabricadas. Esta gratitud emergerá de tu interior como una fragancia saliendo de las rosas.


Osho: El Rebelde, 9 de Junio de 1987, por la mañana

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